En el atardecer el sol se bifocaliza como un astro luminiscente que juega con nuestros ojos, en la mansedumbre de una ruta. En el camino hacia el futuro, o hacia el pasado. Y la interpolación del paisaje agreste, nos hace sentír como en un mar de verdes praderas. Siempre acompañados por ese extraño sol que juega en las copas de los arboles apareciendo en flashes y creando una extraña sensación.
La penumbra. Una escena al comienzo de Uncle Boonmee, extraña, parece densa, pero es un momento mágico. La bruma, el verde, y esa vaporización del aire, creando una incógnita en la atmósfera. El humo parece la espiritualización del ser que se regodea entre la vida de los vivos y los muertos, a libre voluntad de la naturaleza que cumple ese ciclo de perpetuidad, entre la vida y la muerte.
La penumbra. Una escena al comienzo de Uncle Boonmee, extraña, parece densa, pero es un momento mágico. La bruma, el verde, y esa vaporización del aire, creando una incógnita en la atmósfera. El humo parece la espiritualización del ser que se regodea entre la vida de los vivos y los muertos, a libre voluntad de la naturaleza que cumple ese ciclo de perpetuidad, entre la vida y la muerte.